Hay una esquina en la que van quedando poco a poco todas esas cosas que uno deja de querer o de cuidar.Y sobre ese rincón etéreo, les platicaré ahora.
Ay, pobres de los olvidados, que ven sus destinos desmoronarse en las pelusas que rodarán por siempre jamás en las casas vacías, en los sueños dormidos de las amas de casa, de las personas que con dignidad llevan la carga de limpiar cada oficina, cada casa, cada escuela, cada calle y que ingratamente llamamos domésticos, afanadores, hormiguitas, sin detenernos a pensar que sin ellos, nuestro mundo estaría mucho pero mucho más sucio, puesto que nosotros pensamos que son las hadas las que mueven las escobas, trapeadores y plumeros.
Dicen que en las casas entra un ser extraño y dispersa en ellas una peculiar materia que agrupa el polvo que va quedando como mudo testigo de la vida cotidiana; es el “Viejito de las pelusas”, terror de todo aquel amante de la limpieza, pues aunque uno limpie cada día, basta una mirada en la dirección equivocada para que este personaje libere esas partículas. Y yo les digo, se me hace que esas pelusas son los restos de las cosas que viven en la esquina de los olvidados…
Ay, que los olvidados también un día fueron importantes… ay, que nosotros iremos a parar también en esa esquina el día que alguien deje de decir nuestro nombre.
Come

Pero no son estos los únicos habitantes del olvido, porque ahí viven también cosas del reino de lo no-físico, como la oración matutina al ángel de la guarda, que parece que ya nadie recuerda (entonces, cuando algo malo nos pasa, nos enojamos y le reclamamos su indiferencia); el saludo sonriente que se daba al llegar al trabajo, a la ca

escuela; ese beso de buenas noches para que los niños duerman tranquilos y los amores se queden resguardados hasta que el sol regrese de su nocturno peregrinar… incluso, he tenido noticias de que se ha mudado a esa tenebrosa esquina, la enervante sensación de pequeñez nuestra (y grandeza del Hacedor de las cosas) de ver cielo y tierra del campo teñirse de amarillo y rojo con un atardecer veraniego… la alegría de escuchar cantar un ave en libertad, ajena a las penurias de nuestra vida cotidiana, el gozo de ver un cactus floreciendo, a pesar de las espinas...
Hola prima de Morris!!!
ResponderEliminarPaso a saludarte ya que tu prima me dijo que tu tambien le habias hecho un post, al igual que yo.
Puedes ver lo que escribi aqui:
http://darioduende.blogspot.com/2009/05/morris-friend-of-mine.html
Se que no es de la misma calidad que lo que tu escribes pero lo que cuenta es el empeño que le puse.
Que estes bien.
Atentamente
DarioDuende
Hola prima de Morris!
ResponderEliminarAl igual que tu yo tambien tengo un post sobre tu prima en mi blog.
Pero la verdad me gusta mas como escribes tu.
El post es: http://darioduende.blogspot.com/2009/05/morris-friend-of-mine.html
Espero seguir leyendote.
atte
DarioDuende
Yo digo que esas cosas olvidadas, o se las llevan los duendes, o como dices, permanecen en rincones.
ResponderEliminarCuántas cosas en la memoria se esconden así, recuerdos pequeñitos como rociarte de luciérnagas la ropa, o brincar en la banqueta, tratando de no pisar la raya.
Cuando haces aseo general en tu casa o te mudas, es cuando ves esas cosas, y sólo a veces, las revlaoras.